El Rabo de Toro se caracteriza por ser una carne de sabor inconfundible y con una textura suave, eso si, tras un gran proceso de cocción.
Se elabora con las vertebras finales de la columnas vertebral, trozos de hueso con la carne que lo rodea. Hoy en día es difícil encontrar rabo de toro como tal, ya que no hay suficientes toros de lidia, por este motivo, lo que encontraremos más a menudo será el rabo de ternera, buey o vaca.
Se puede cocinar de muchas maneras: acompañado de zanahorias, patatas o en forma de tartar, etc.
Nos tenemos que ir a la época romana para ver las primeras referencias sobre el consumo del Rabo de Toro. Concretamente en el libro de Marcus Gavius Apicius “De re coquinaria” En Córdoba ya se conocía este plato desde el siglo XVI, aunque su receta empieza a extenderse en el XIX por toda España. Era un época de máximo esplendor del mundo taurino, las gentes más humildes esperaban en las puertas traseras de las plaza de toros para que les dieran los rabos de los toros lidiados, entonces empieza a gestarse la receta en las casas cordobesas.
Es una comida de "pobres", que a medida que ha ido pasando el tiempo, también se ha hecho para "ricos" Las recetas que surgen por la necesidad, al final recorren el mundo, y cómo no, a nuestra tierra. Así llegó también a Segovia desde Andalucía, como al resto de España.
La carne de toro pertenece a las carnes rojas.
Se puede considerar una carne magra.
Contiene Vitaminas del Grupo B que son las responsables del funcionamiento del metabolismo. Además, la carne es muy gelatinosa, aportando al cuerpo mucho colágeno, este ayuda a detener el desgaste de tejidos y articulaciones.
El rabo de toro también contiene fósforo, hierro y calcio. Con el fósforo mantenemos los músculos y huesos más fuertes. El hierro aporta al cuerpo mioglobina y hemoglobina. Y el calcio es bueno para huesos y dientes.
El Rabo de Toro es de fácil preparación y riquísimo, en esta receta os presentamos otra forma de preparar este plato. Esta versión consiste en pasar la carne casi al máximo, para que quede lo más suave posible y sin huesos.
Jugaremos con la gelatina del rabo, esta receta nos permite dar forma al rabo mediante el frío, en este caso con forma de lingote, pero se pueden hacer cubos, esferas, pirámides… los límites te los pones tú.
En esta receta meteremos un poco de chocolate para darle un toque distinto, y en la salsa nos aportará brillo y color en la textura. Personalmente me encanta, en alguna ocasión, a la hora de hacer el lingote he metido un trozo de brownie de chocó negro, deja el lingote más esponjoso y suave.
Es un plato que no ha dejado de evolucionar desde sus principios, por lo que a la hora de realizarlo va muy bien con casi todo, por no decir todo, desde unas verduras salteadas con soja, con purés, como el de boniato o unas patatas fritas. La salsa funciona también muy bien, en este caso vamos a aprovechar el caldo del guiso, pero con una salsa de queso ahumado o una salsa pimienta también va de lujo.
Antes de seguir con la preparación, vamos a agradecer a Ángel Lázaro de Industrias Cárnicas, por proporcionarnos el rabo de toro para su elaboración. ¡Espero que os guste!
Se separa la carne del hueso con las mano
Se mete en un molde plastificado
Se saca del molde y se corta en raciones
Ponemos los restos en molde más pequeño
Laminamos el puerro y el champiñón
Marcamos el rabo, vuelta y vuelta
Elias, madrileño de nacimiento, segoviano de adopción, inicia sus estudios de cocina en el IES La Albuera de Segovia, y los amplia con cursos como el de repostería, el bacalao y la caza o las setas en la cocina.
Después de varias experiencias por España y el extranjero, actualmente deja su buen saber culinario en Segovia.
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