Segovia está situada en el interfluvio de los ríos Clamores y Eresma, sobre una meseta que se presenta por sí misma como un enclave fácilmente defendible, factor que fue aprovechado por sus primeros pobladores en épocas neolíticas. Posteriormente, el castro donde actualmente se asienta el Alcázar fue ocupado por diferentes pueblos prerromanos, principalmente celtíberos.
Tras la crisis del Imperio Romano del siglo II, tuvo lugar un proceso de amurallamiento que recorrió las posesiones imperiales por lo que muy probablemente sea éste el origen del primer trazado de la muralla. La reconquista cristiana de Segovia fue llevada a cabo por Alfonso VI en 1088. Esta misión conllevaba el refuerzo de las defensas de la ciudad, para lo que levantó una cerca que en forma y trazado se asemeja mucho a lo que ha llegado a nuestros días.
La pérdida del valor defensivo de la muralla durante el siglo XVI influyó en el urbanismo de la ciudad, pues se construyeron viviendas adosadas a la misma e incluso sobre ella. A partir del siglo XVII, las puertas y sus labores de portazgo se abandonaron. La muralla perdió entonces su valor defensivo, simbólico y territorial. Durante el siglo XIX la muralla es considerada ya como un estorbo urbanístico y su demolición sirvió en algunos casos como pretexto para disminuir el paro obrero. En el siglo XX trae un cambio de mentalidad y con él, la necesidad de conservar y valorar la muralla se hace patente. Comienza entonces una continua labor de restauración y conservación que llega a nuestros días.
En 1941, toda parte vieja de la ciudad comprendida dentro del antiguo recinto amurallado es declarado Conjunto Histórico Artístico. Finalmente, la UNESCO declara al recinto amurallado y a su Acueducto, Patrimonio de la Humanidad.
El perímetro amurallado se adapta a la roca sobre la que se eleva la ciudad. El lado oriental se abre a la llanura del Valle del Clamores y en el occidental, mirando hacia el Valle del Eresma, se sitúa el vértice afilado del Alcázar.
Tiene una longitud de 3 km 406 m. El espesor de los lienzos alcanza los 2,5 m. La altura media de la muralla desde el pie de roca sobre el que cimenta hasta los merlones de coronación se estima en 9,47 m.
Las puertas son elementos de cierre del recinto, no solo ante posibles invasiones, sino porque también tienen carácter jurídico, policial y fiscal, de acuerdo con el pago de derechos de paso de personas y mercancías.
Un postigo es una apertura en la muralla de menor entidad que una puerta, que servía para el paso de personas.
Su nombre proviene de la desaparecida ermita que se encontraba a escasos metros de éste. Era un hueco abierto en la muralla para el paso de personas. Fue derribado en el siglo XIX y reconstruido en el siglo XX reutilizando la portada de una edificación desmontada de la Calle Real. Su fachada extramuros está coronada por el escudo de la ciudad, que preside la entrada al recinto amurallo.
Casas fortificadas junto a la muralla:
El número de cubos y torres estimado es de 86, de los cuales 80 están en pie actualmente. Ayudan a la estabilidad y defensa de la muralla, reforzando las zonas más débiles constructivamente, que son siempre los cambios de dirección.
Llamamos cubos a aquellos de planta circular y torres a las de planta cuadrada o rectangular. Predominan en número las torres sobre los cubos.
Del que se conservan algunos visitables (en San Cebrián, San Andrés, ronda de don Juan II, Obispado, Zuloaga, Postigo del Consuelo o jardín de los Poetas).
La muralla está ejecutada mediante técnicas tradicionales: mampostería ordinaria, en otros, con tapial de piedra con encofrados de madera y en otras zonas en el encofrado formado directamente por una fila de mampostería correctamente trabada. La argamasa es cal y arena, arena de baja calidad con un alto contenido de magras y limos, motivo por el cual, observamos que predomina el color rojizo. En general, los lienzos y torres y los cubos de la muralla están realizados con mampuestos de roca caliza.
La muralla actúa como límite y a la vez conexión entre los espacios que define intramuros y extramuros. La ciudad amurallada estaba habilitada por la nobleza y el clero, mientras que el pueblo llano se asentaba en los arrabales, fuera de la muralla.
La ciudad se organizaba en parroquias y los arrabales toman también nombres de parroquias como San Marcos, San Millán, San Lorenzo y San Justo. La ciudad vieja y sus arrabales mantenían un contacto permanente mediante el comercio y venta de productos artesanales en los mercados de la Plaza Mayor y el Azoguejo.