Palacio Real de riofrío
Un bonito Palacio Real en un bosque encantado
Hola!!
Todas estas instalaciones son las que en un principio iba a acoger la construcción que por antojo quería levantar la reina Isabel de Farnesio allá por el año 1751 en tierras segovianas. A la segunda esposa de Felipe V le gustaba interferir bastante en las “cosas de palacio” de ahí este “Palacio-antojo”. Terminado en 1762, gracias al permiso que le dio su hijastro Fernando VI, fue precisamente ella la que menos lo habitó.
Personalmente es el Palacio que más me gusta de la provincia de Segovia, por eso he vuelto a visitarle y os lo cuento. Sus estancias respiran “realidad”, en la visita me ha dado la sensación que no hace tanto tiempo estuvieron allí viviendo, los detalles son infinitos y la decoración muy llamativa. Alrededor el Bosque de Riofrío, impresionante, muy verde, lleno de simpáticos ciervos que asoman al pasar de los coches, las encinas que alimentan a los jabalís y el río que hace aún más rica la zona. A los pies de la sierra y a 11 km de Segovia se levanta el Palacio Real de Riofrío.
Os animo a que vengáis a verlo, los miércoles y jueves por la tarde es gratis, seguro que salís encantados como yo. Lleva dos años abiertos tras su última restauración y la verdad que hay muchas cosas nuevas que ver. Además el entorno es perfecto para dar un paseo con niños, porque no hay peligro ninguno y las vistas son muy agradables.
Entro, y tras atravesar el patio central, cuadrado, de granito y aporticado, como si de una princesa se tratara me recibe una escalinata de piedra que me lleva a la “Sala de Guardia”. Esta sala sirvió hasta mediados del s. XX para acoger a la guardia del Palacio, con muebles del s. XVIII, no está muy adornada por ser simplemente para el servicio de la custodia de la casa real. Miro hacia arriba y veo la pintura de “Diana cazando”, se mandó pintar en la restauración del s. XX, es el único techo decorado de todo el palacio. Miro para abajo y veo la primera de tantas alfombras que tiene el palacio, ésta es manufacturada en Madrid del s. XVIII. Sigo.
Antes de pararme a describir la siguiente sala, paso por dos que sirven de apoyo a las cámaras reales, de las que hay varias y se nombran con números. Llego a la “Sala de Billar”, ¡es impresionante el tamaño que tiene! y no le falta ningún complemento, se pueden ver todos los utensilios del juego bien colocados. Seguro que pasarían buenos ratos…
Me paro en el Sala del “Servicio de Comedor”, en ella se pueden ver vajillas y cristalerías de la época de Isabel II y Alfonso XII, adornada como todo el palacio, con cuadros de caza, y una impresionante lámpara de cristales que brillan mucho. Esta habitación era la antesala al comedor, aquí llegaba la comida y se preparaba antes de servirla. Lo más llamativo es el montacargas descubierto en la última restauración, construido por una empresa de Madrid pionera en España en el montaje de ascensores. Paso al comedor y la verdad que ¡impresiona mucho! La mesa está puesta tal cual la pondrían por aquel entonces, la cristalería y la vajilla son originales, las flores preservadas, la mantelería, las sillas…¡¡todo!! Solo falta que vengan a Alfonso, Isabel y Francisco a comer.
Por favor, en cada una de las habitaciones no olvidéis fijaros en las cortinas, de seda, algodón, terciopelo, brocadas con motivos florales de multitud de colores en perfecta armonía con paredes y tapicerías.
Paso a la Sala “Cámara Oficial” y a continuación al despacho. Como tal, tiene un escritorio de madera de caoba y adornos de bronce, además se ven utensilios de trabajo: portafolios, clasificador de cartas, barómetro y reloj. Hay varias sillas, muy bien conservadas, y ¡los colores de a alfombra llamativos cuanto menos! Cuando me asomo para seguir andando… qué sensación da ver tanto colorido con habitaciones anexas unidas por un único y largo pasillo.
Llego al dormitorio de Francisco de Asís y Borbón (marido de Isabel II y padre de Alfonso XII), es grande y por lo que aprecio a este señor no le gustaba mucho que le diera la luz natural de por las mañanas, J. Ver esta habitación me lleva un tiempo…
Ahora toca el dormitorio de su hijo, similar, pero en esta ocasión me llama mucho la atención el papel que decora la pared (todo el palacio tiene papeles pintados en las paredes) es que esos colores para esa época…, me choca mucho la verdad. Este señor también tenía de todo, mesillas, alfombras, espejo tipo vestidor, lavabo, reclinatorio… Sigo pasando unas cortinas más.
Llego al Oratorio, 149 piezas hay colgadas en sus paredes, todas de la vida y obra de Jesucristo, en el altar San Onofre, esta vez los colores destacan menos, reclinatorios de terciopelo granate bordado en oro y paredes azul oscuro.
Claro está que en la época teléfono no había y sala de televisión tampoco, por eso destaca que haya “varias salas de estar” como la siguiente que me encuentro, en la que resalta el sistema de “llamadores”, no diré más, hay que ir verlo.
Debido a las 700 hectáreas que rodean el palacio y la afición de la familia por la caza, parte de las instalaciones de este palacio están dedicadas al Museo de Caza, con especies que ya desde el s. XVIII habitaban y habitan el terreno. Ahora recorro espacios dedicados a la cinegética, multitud de especies asoman disecadas a mi paso, tan bien colocadas que alguna de ellas puede dar un poco de “susto” al tenerlas tan cerca J. Mi visita termina viendo escopetas de la época y los llamados “trofeos de caza” que cuelgan por cientos en las paredes. Antes de salir y como en todo palacio paso a ver la Capilla, pero desde un balcón ya que es la única forma que hay de verla. Sencilla, con suelo de mármol de colores, el altar lo preside una pintura de la Virgen con Santa Bárbara y San Francisco de Sales, y a los laterales las imágenes de Santa Teresa y San Agustín.
Mi visita se acaba, antes de salir me decido a dar un paseo por que la calma y las vistas es lo mínimo que merecen.
¡Hasta pronto!
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